Informe
sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República Argentina
Autor:
Juan BIALET MASSÉ
(www.bialetmasse.com)
(presentados
por Bialet Massé el 30 de abril de 1904
Sumario—1. Aplicaciones prácticas.—2. El motor humano.—3. Fundamento mecánico fisiológico de la jornada racional.—4. Determinación experimental de los coeficientes de trabajo en Europa.—5. Errores fundamentales.—6. Fórmulas más racionales que nacen de la observación del obrero argentino.—7. Relaciones entre el trabajo y la ración.—8. Aplicaciones de las fórmulas a los trabajos particulares.—9. Peculiaridades locales. La angarilla.—10. La legislación obrera debe fundarse en estos datos científicos.—11. Comprobación de la superioridad del criollo en su medio.—12. La cuestión obrera no tiene más soluciones que las que emanan de la ciencia y de la justicia: los demás medios no pueden ser sino auxiliares.
1—Al
hacer las observaciones sobre las fuerzas musculares de las clases obreras en el
país y los estudios sobre la jornada racional y la ración mínima, no me han
movido anhelos de teorización y de especulaciones científicas, no; sino buscar
científicamente ideas prácticas de progreso positivo, y al hacerlo encontré
que empíricamente o por observaciones que desconocemos, fueron estas ideas la
base de la ley del país hace tres siglos.
Los
estudios que ofrezco al Gobierno argentino, correspondiendo al honor que me ha
hecho, lo ponen en camino de darse cuenta de la fuerza de la Nación, de su
pueblo. Desgraciadamente no me ha alcanzado el tiempo para experimentar en las
provincias de Cuyo, en los territorios de Formosa y Misiones y en las ciudades
de Catamarca y Santiago; pero esos datos pueden completarse en cualquier
momento, y ellos no van a alterar sensiblemente las medias generales.
Por
ahora el único país que puede contar con estos datos es la República
Argentina; y ellos le demuestran, como lo demuestran a todo patrón que haya de
emplear el trabajo humano, que aun cuando los obreros argentinos no tuvieran más
fuerzas que las mínimas de presión del tucumano (33’1), de compresión del
salteño (110), de tracción del santiagueño (127’4), en sus respectivos
territorios, es decir, mal pagados, peor alimentados, y, por consiguiente, con
muchos viciosos, hay todos los elementos que el trabajo ordinario necesita.
La
cuestión se reduce, entonces, a enseñar a patrones y obreros los recursos que
pueden sacar de esas fuerzas, que son elementos sine
qua non del trabajo y la fuente primera y esencial del poder y de la riqueza
de la Nación.
Las
aplicaciones técnicas son, por otra parte, muy importantes.
2—El
obrero trabaja de uno de los tres modos que he medido con los dinamómetros, a
veces con dos combinados, y raramente con los tres. El trabajo puede también
consistir en la marcha cargado o descargado, tirando de un peso o empujándolo.
El
resultado de la observación en estos últimos casos, es que el esfuerzo total
instantáneo es igual a la media entre las cifras dadas por los tres dinamómetros.
En
todos estos trabajos hay una relación:
E.
V. T
= constante,
en
la que E representa el esfuerzo hecho
para el trabajo, V la velocidad con
que se ejecuta, y T el tiempo que el
trabajo dura. Es de observación vulgar en esa relación, que a medida que un término
crece, el otro o los otros dos disminuyen. Así, si hay que elevar 100
kilogramos a un piso de 10 metros de altura, puede reducirse T
a su mínimo; cargando los 100 kilos de una vez, y subiendo lo más aprisa
posible la escalera, V se eleva a su
máximo. Si se toman uno a uno los 100 kilogramos y se sube despacio la
escalera, V va a un mínimo. Claro es
que en el primer caso E ha subido al
máximo.
En
todos los casos el trabajo total útil hecho es 100 x 10 = 1000 kilográmetros;
pero en el primero hay que notar: 1º Que no basta querer
cargar de una vez los cien kilos; es preciso poder,
y se puede si se tiene la energía suficiente y se sabe;
2º Que lo mismo se debe decir de la velocidad; para subir ligero es preciso
querer, poder y saber; 3º Que si bien es cierto que se puede hacer, queriendo,
sabiendo y pudiendo, el motor humano se cansa, puede el esfuerzo máximo
descomponerlo y matarlo, por tres causas:
a)
Porque los conductores de la energía, haciendo un servicio para el que no están
preparados, se inutilicen, como sucede en un alambre por el que se hace pasar
una corriente mayor que la que le corresponde: se recalienta, se funde y se
rompe;
b)
Porque los productos venenosos que produce el trabajo se acumulan de tal manera
que producen un verdadero envenenamiento; y
c)
Porque cualquier organismo que está debilitado, sometido a una tensión máxima,
puede romperse o romper un tumor alojado en las cercanías o en la parte
opuesta; así las roturas de los aneurismas, del corazón, los huesos, las
dislocaciones, etc., el reventar de tumores internos y derramarse en el
peritoneo.
De
ahí que el hombre no debe trabajar jamás al esfuerzo máximo; es un motor
delicado que se debe conservar cuidadosamente.
Pero
si se trabaja con un esfuerzo demasiado pequeño; si, por ejemplo, el hombre
sube un kilo cada vez, sube también cada vez el peso de su cuerpo, que es de 75
kilogramos; para subir los 100 kilogramos habrá transportado 7.500 hacia arriba
y de vacío hacia abajo, pero ayudado por la gravedad; lo que quiere decir que
para hacer un trabajo útil de 100 kilográmetros, se habrá hecho otro en pura
pérdida de 10.500.
3—Comparando
el trabajo total en este caso (1.000 + 10.500), con el trabajo en el primero
(1.000 + 105), se ve que la diferencia es enorme: 10.395.
Sucede
con el peso del cuerpo que lo llevamos sin apercibirnos de él, como hacemos el
trabajo de digestión, circulación y respiración sin darnos cuenta del enorme
gasto que hacemos para mantenerlas; pero nos apercibamos o no, el gasto es el
mismo; la ración suficiente es necesaria para repararlo.
Entre
estos dos términos, trabajo mínimo, peso peligroso e insostenible y el
derroche de fuerzas del otro, hay siempre un término racional que representa el
mínimo de trabajo perdido en la unidad de tiempo T;
o lo que es lo mismo, más trabajo útil con menos gasto.
El
jornalero trabaja un tiempo dado, y ese tiempo debe ser aquel que, dando el
resultado útil querido, presenta el menor esfuerzo y la menor fatiga.
Ese
tiempo tiene forzosamente que ser variable con el individuo, la temperatura, la
naturaleza del trabajo y otras circunstancias; pero él oscila dentro de muy
estrechos límites, de siete y media a ocho horas y media; y él coincide con
las necesidades sociales y políticas del trabajador.
De
ahí que, tomando esa jornada como normal legal, se está en una media muy
razonable. Las excepciones extraordinarias deben determinarse para los casos
particulares a que se apliquen. Así, la jornada del trabajo extraordinario de
las minas de grandes alturas, como las de Famatina, en las que entra como factor
la excitación del aire enrarecido y la falta de presión sobre las
articulaciones y los vasos, debe ser fijada experimentalmente, como debe serlo
la del que trabaja dentro del agua, a temperaturas excesivas, como los
maquinistas y foguistas de los ferrocarriles y buques; la de los que trabajan
sometidos a polvos y gases nocivos.
Esa
jornada tipo de ocho horas tiene: 8 x 60’ x 60” = 28.800 segundos.
La
experiencia demuestra que el esfuerzo máximo continuo Ec,
siendo igual a una cantidad dada x,
el esfuerzo máximo instantáneo que puede desarrollar el trabajador, teniendo
paradas a lo menos iguales a las de actividad, es de 2 x
Ei.
Ahora,
la velocidad del trabajo V depende de
circunstancias, a veces fatales, como cuando se descarrila un tren, se produce
un incendio, hay que emplazar un peso indivisible, etc.; otras dependen de la
velocidad de la máquina a que se aplica el trabajo del hombre, y otras de la
velocidad que éste es susceptible de dar; pero en todos los casos, a medida que
la velocidad V crece, E
se hace menor en la continuidad del tiempo; la fatiga se produce tanto por la
aceleración de la velocidad, como por el aumento del esfuerzo.
4—La
constante que resulta del trabajo diario del hombre, y que le es especial, se
compone, pues: E . V . T = constante;
de un producto E . V, también
constante, puesto que T = 28.800”
también es constante.
Determinado
E se tendrá determinado V
— en cada trabajo.
Pero
la constante que da cada individuo no debe entenderse en absoluto; es una media
que se disminuye rápidamente con el trabajo excesivo, la sobrefatiga, la mala
alimentación y la enfermedad; que se aumenta por el adiestramiento, el arrastre
o entrenamiento, el trabajo moderado y la buena alimentación.
En
Europa encontramos los términos de esta expresión, determinada
experimentalmente en todos los tratados de construcciones. Son, pues, los
ingenieros los que hasta hace poco tiempo se han preocupado del problema; y lo
han hecho, porque sin ello no podían hacer precios unitarios de excavaciones,
transportes y demás trabajos indispensables en las obras, y que forman la base
de los presupuestos. Pero los ingenieros tomaron las cosas como estaban, sin
preocuparse de cómo debían ser; los socialistas marxistas tomaron las cifras
como fatales e ineludibles, y han bordado sobre ellas teorías que llegan al
absurdo.
Tras
de ellos han venido los fisiólogos, estudiando los efectos de la alimentación
y del trabajo a distintas tareas y raciones, y han encontrado que los resultados
se modifican según las leyes de la mecánica fisiológica, que dan un resultado
mejor que otro cualquiera.
Toca
ahora al legislador tomar los datos racionales para armonizar los intereses del
capital y del trabajo, de acuerdo con esas leyes naturales.
Hasta
ahora en Europa se han fijado los legisladores sólo en el término T,
la jornada; y no en el término E,
que es más importante que el otro.
Entre
nosotros, en los tiempos modernos, no nos hemos ocupado del uno ni del otro,
aunque tan minuciosamente lo habían hecho las leyes de Indias. La huelga ha
sido el único medio que ha tenido el trabajador para que ellos se redujeran a términos
razonables.
Llegada
la hora de que la ley intervenga en la cuestión y la concilie, veamos cuáles
son los datos que se le pueden suministrar para resolver el problema.
Los
autores de más nota dan las cifras siguientes:
Hombres
de peso medio de setenta kilogramos
Trabajo
medio continuo de varias horas, de 7 a 9 kilográmetros por segundo.
Trabajo
intermitente con pausas, de 12 a 20 kilográmetros por segundo.
Trabajos
extraordinarios que requieran grandes esfuerzos por algunos segundos, de 25 a 35
kilográmetros y algunos más.
Esfuerzo
sobre una manivela, trabajo continuo, con velocidad de 75 a 90 centímetros, de
8 a 10 kilográmetros y algunos más.
Esfuerzo
máximo en un tiempo muy corto, de 60 a 100 kilográmetros y algunos más.
Ídem
en levantar pesos, de 120 a 150 kilográmetros y algunos más;
(p
+ cp + tr= F ).
3
Velocidad
de marcha ordinaria del hombre, al paso, de 1.25 a 1.50 metros y algunos más.
Ídem
a paso acelerado, de 1.70 a 2 metros y algunos más.
Ídem
a la carrera, de 2.50 a 4.50 metros y algunos más.
Ídem
excepcionales, llegan a 7 metros.
Longitud
del paso humano, 0.67 metros.
Buey:
velocidad de marcha, 0.60 metros.
Esfuerzo
continuo, 65 kilográmetros.
Al
poner al buey junto al hombre, no queremos hacer una comparación de sus
fuerzas; pero como él trabaja en las operaciones agrícolas, carretajes y otros
trabajos acompañado por el hombre, necesitamos comparar las velocidades.
Otros
autores presentan datos del motor humano en esta forma: P,
peso del cuerpo o materia sobre que actúa el hombre; V,
velocidad de los movimientos; T,
jornada; Tr., trabajo constante
aproximado en la jornada T.
Peso P que Velocidad
V
soporta
ascencional
Jornada T
Trabajo
kilogramos
metros por 1” horas
kilográmetros
Hombre,
subiendo una
rampa
suave o escalera
»
0.15
8
230.400
Peón,
actuando por medio
de
cuerda y polea
18
0.20
8
103.680
Íd.
llevando a la mano
20
0.17
8
97.886
Íd.
cargado al hombro con
65
0.04
8
74.880
Íd.
empujando una carretilla por
una
rampa de 1/12 cargado con 60
0.02
8
34.560
Íd.
tirando a pala a una altura
media
de 1.60 metros
2.7
0.04
8
31.104
Íd.
empujando un cabrestante o
marchando
y tirando de un
peso,
en plano horizontal
8
0.75
8
172.800
Íd.
en esfuerzo continuo cual-
quiera,
a 8.4 kilográmetros
—
—
241.420
5—La
simple inspección de estos datos basta para demostrar que, además de ser ellos
empíricos, son en su mayor parte erróneos. Toman algunos los resultados del
trabajo útil, prescindiendo del trabajo total, del peso del cuerpo, al que no
consideran sino como un factor de energía, y hacen a ésta depender de este
peso.
Los
efectos útiles son, sin duda, la base del presupuesto, del precio unitario del
ingeniero y del industrial; pero ellos no son de cuenta del obrero; él da la
energía de que es susceptible racionalmente; la utilidad de ese trabajo
corresponde al patrón; por consiguiente, hacer que las condiciones de aplicación
sean más o menos productivas, es cuenta del patrón.
Ciertamente,
el ingeniero hace sus cálculos sobre la base del efecto útil; pero el obrero
no puede menos de hacer los suyos bajo el de las energías que emplea.
He
aquí lo que no han tomado en cuenta Carlos Marx y todos los socialistas, base
de los mayores errores.
No
sé si me equivoco; pero me parece que no ha de pasar mucho tiempo sin que se
escriba sobre las puertas de las clases de sociología, como aquel letrero de
las clases de física: «Nadie entre aquí que no sepa matemáticas». «Nadie
entre aquí que no tenga la noción clara de la psicofisiología humana».
Los
datos suministrados, pues, por los ingenieros, no pueden tener más importancia
que localmente; y no tienen relación con la energía total desplegada por el
obrero, sino con el efecto útil que depende de la máquina, herramienta a que
la energía se aplica, al medio en que se opera, que no son de cuenta del obrero
y no tienen relación con lo que él pone en el trabajo.
6—No
sé lo que pasará en Europa (los europeos superiores que he medido aquí son
efectivamente corpulentos); pero en el país afirmo que no son los más
corpulentos los más fuertes. Todos los
criollos, sin excepción, los que figuran en la lista de los más fuertes en
la República, son hombres enjutos, de musculatura bien marcada; de estatura
regular 8, altos 4, bajos 2; lo que no hay entre ellos es ningún zonzo.
A
primera vista los distingo, aun antes de medirlos, por su aire esbelto, por sus
ademanes resueltos y la flexibilidad de sus movimientos. Ningún grueso criollo
he encontrado superior.
Cruz
Verde, el primero de la lista (página 26, tomo I), es de estatura poco más que
regular, de mirada muy viva, flaco, de músculos muy marcados, tendones fuertes,
las cabezas de los huesos largos, muy grandes; flexible y elástico como un
gato; seguramente no pasa de 70 kilogramos de peso, y si a la fuerza medida se
agregara la de la mano izquierda, de 12 a 15 por 100 menos que la derecha, se
tendría que su fuerza total es de 558’1 kilográmetros y su cuerpo debería
pesar:
506’7
+ 51’4=93
kilogramos, que está muy lejos de tener. (a).
3 x 2
________________
(a)Ya
que hablamos de la mano izquierda, debemos decir por qué no la hemos tomado al
hacer las medidas y por qué no la tenemos en cuenta en las fórmulas.
La
acción de la mano izquierda es en la mayor parte de los oficios puramente
directriz, y en los demás poco auxilia como elemento de energía.
El
picapedrero toma el puntero con la mano izquierda y ninguna fuerza añade al
trabajo; el forjador, al levantar el martillo y al dejarlo caer después para
machacar, bien poca fuerza añade al golpe; al cajista la mano izquierda sólo
le sirve para mantener el componedor y al tornero para dirigir la gubia.
El
efecto de la mano izquierda es verdaderamente eficaz cuando se levantan pesos a
dos manos, y Otra objeción, que resulta de la simple inspección de los cuadros
del tomo I, página 22, es que el esfuerzo instantáneo en Europa es menor del
que se obtiene aquí, medido con los dinamómetros en tan gran número de
sujetos. El tipo de carga al hombro que traen allí los autores es de 65
kilogramos; aquí es de 70 («Estibadores», tomo II, página 48), y hasta hace
poco se cargaban 100 y más, aunque el trabajo era inhumano.
El
tipo de trabajo en el torno que se hace en Europa es de 8 a 10 kilográmetros
continuos; en el Famatina, a pesar de su enorme altura, se hace actualmente del
doble y más, aun que es inhumano también.
Aunque
un poco empíricamente todavía, creo que las observaciones hechas por mí me
permiten formular el esfuerzo instantáneo de la manera siguiente:
p
+ cp + tr=Et
= F
3
o
sea que E, el esfuerzo total instantáneo
que desarrolla el hombre, es igual a la media de las que demuestra en los tres
dinamómetros: de presión, compresión y tracción.
Ahora,
el esfuerzo instantáneo de trabajo que desarrolla, es la quinta parte de esa
media Et, y el continuo la décima parte, o sea la mitad del instantáneo,
p
+ cp + tr=Eiyp
+ cp + tr=Ec
5
x 32 x 5 x 3
Apliquemos
las fórmulas al obrero de provincia que da más débiles energías, y
tendremos:
38
+ 110 + 129’3=92’4
kilográmetros, esfuerzo total;
3
92’4=18’5
kilográmetros, esfuerzo instantáneo de trabajo;
5
18’5=9’2
kilográmetros, esfuerzo continuo de trabajo;
2
siendo
la jornada de 28.000 segundos, multiplicándolos por 9’2 kilográmetros,
tendremos un producido total de 264.960 kilográmetros; que como se ve está en
las jornadas fatigantes de Gautier, en el sur de Francia, y que exigen una buena
ración para repararla.
Aplicando
las fórmulas al santafecino, tendríamos:
42’6
+ 121’4 + 139’5=101’
101’1 kilográmetros, esfuerzo total;
3
entonces,
no sólo añade la energía de que es susceptible aislada, sino una mucho mayor;
casi siempre la ación conjunta de las dos manos es igual a la cifra de tracción
leída en los dinamómetros Collin, en la escala de tracción.
Yo
creo que este fenómeno se explica, porque las energías disponibles en otros músculos
del cuerpo, especialmente en el gran depósito de las nalgas, es llevada a
actuar por medio de los brazos y de las manos; la tensión que entonces toman
todos los órganos así lo indica.
101=20’2’
kilográmetros, esfuerzo instantáneo de trabajo;
5
20’2=10’1
kilográmetros, esfuerzo continuo de trabajo;
2
28,800
x 10’1 = 290.880 kilográmetros, efecto útil de la jornada de trabajo, y es
un resultado de primer orden.
Tomemos
ahora al correntino fuera de su país; pasando desde luego a su rendimiento,
tenemos:
28,800
x 10’4 = 309.520 kilográmetros; fuerza de basco en cuerpo de menos de las dos
terceras partes del de éste.
Sabemos
por los experimentos de Gautier, que yo no he podido comprobar sino una vez, que
el efecto aplicado es la tercera parte del trabajo total desarrollado en la
jornada; de manera que si para obtener los rendimientos expresados se han puesto
los esfuerzos útiles para
264.960el
de9’2
290.880el
de10’1
309.520el
de10’4
el
trabajo total y real verificado ha sido de 27’6, 30’3 y 31’2, que son próximamente
la tercera parte, poco menos, del esfuerzo total Et.
Lo
que quiere decir que el hombre emplea en el trabajo total que hace algo menos de
la tercera parte del esfuerzo total medio desarrollado en los dinamómetros, que
corresponden también a las calorías necesarias para desarrollarlo. (Véase pág.
337).
Se
tiene así un medio de apreciar a priori
el valor real de trabajo del peón y de la alimentación que se debe dar.
Pero
es preciso no dar a estas cifras más valor del que en sí tienen; primero,
porque a ellas llega el obrero que sabe trabajar; porque la aclimatación puede
alterarlas, como he podido comprobarlo en Tucumán con varios españoles; su
fuerza se pierde por la acción del clima; porque la alimentación puede
aumentarlas o disminuirlas, según que ella sea más o menos reparadora.
Cuando
el esfuerzo exigido se mantiene en estos límites y se da una buena ración, el
obrero se mejora, como hemos visto; pero cuando el esfuerzo es excesivo y no hay
alimentación que lo repare, viene el agotamiento del trabajo excesivo, que
acaba a los hombres.
Por
esto hemos tomado los tipos 5’5, 7’5, 8’5 y 10 en adelante, dentro de los
cuales deben entrar todos.
A
todos asusta la pretensión del jornal mínimo y de la ración mínima, y gritan
poco menos que si los robaran cuando se habla de la ración de familia; todo
ello no es más que la eterna ignorancia.
En
efecto, resulta de los cálculos que anteceden y de los incluidos en el número
2 del capítulo XV, que un aprendiz o un muchacho de quince a veinte años,
trabajando ocho horas a 5 kilográmetros por segundo, no debe en ningún caso
hacer un mayor esfuerzo continuo, si se quiere tener un pueblo viril y fuerte;
produce 158.400 kilográmetros; para que tenga la ración continua de
entretenimiento, hay que darle 12 pesos al mes y agregarle 5 centavos en 25 días
de trabajo para la ración supletoria que en esos días le corresponden;
tenemos, pues, por ración total 13.25 pesos al mes y los 10 que ahora gana sin
ración, son 23.25; poniéndole los 1.75 centavos que le faltan para completar
los 25, que llenarían sus necesidades de educación, que ahora no se toman en
cuenta, resulta que el patrón pagaría:
(b)
1 peso por 158.400 kilográmetros o 1 centavo por 1.584.
Tomemos
ya al peón de veinte a veinticuatro años, que es flojo, que se ocupa en
trabajos de poca fuerza; lo suponemos casado y todavía con un hijo; su ración
mínima familiar es de 80 centavos todo el mes y de 10 centavos más los
veinticinco días de trabajo; el obrero gastará, pues, en una alimentación
conveniente, 26.50 pesos; suponemos que la mujer lava y plancha la ropa, que
paga 3 pesos de casa al mes en la población, y si está en el campo gasta un
peso en conservar su rancho, llena el mínimo de sus necesidades con 40 pesos al
mes; su jornal mínimo es de 1.60; le cuesta al patrón el trabajo día y
unitario:
(c)
1.60 pesos los 215.000 kilográmetros o
1 centavo los 1.344.
El
peón ordinario, suponiéndolo ya con dos hijos, resulta que debe ganar 45 pesos
al mes o 180 diarios; tenemos entonces que cuesta al patrón:
(d)
1’80 pesos los 244.800 kilográmetros
o 1 centavo los 1.360.
Y
para el peón fuerte, con doble ración supletoria, que tiene tres hijos y debe
ganar 55 pesos al mes o 2.20 al día:
(e)
2’20 pesos los 288.000 kilográmetros
o 1 centavo los 1.308.
Notemos:
1º
Que aun cuando el trabajo del aprendiz (b)
parece más barato, realmente no lo es, porque su trabajo es más imperfecto,
porque se distrae más fácilmente, necesita más vigilancia y se le da la enseñanza.
2º
Que el peón flojo es todavía más caro, por la vigilancia que exige y el mal
trabajo que da.
3º
Que el trabajo tipo es el ordinario y común; el tipo del peón, que es la masa.
4º
Que el trabajo esforzado es indudablemente más caro y debe serlo en justicia,
puesto que él lleva consigo un mayor desgaste de la persona y debe ser
retribuido.
Con
el sistema actual no hay obrero que
alcance a dar 1.000 kilográmetros por un centavo, sino muy
excepcionalmente.
En
las trilladoras de Santa Fe, con su sistema brutal, con esa sobrefatiga que
agota a los hombres, ganando sólo 4 pesos diarios, cuestan 1 centavo 608 kilográmetros,
bien que se elevan a 720 con la jornada de nueve horas, conservando el jornal de
4 pesos, y seguramente llegarán a los 1.308 o 1.360 con la jornada de ocho
horas, bien alimentados.
El
aforismo de Mr. Brassey es un axioma: No
hay trabajo más caro que el trabajo barato.
Si
se agrega a estos números la ventaja de la materia prima ahorrada, de la
moralidad y elevación intelectual del obrero, ¿dónde se llega?
Pero
vengamos al punto, que no hay patrón reacio que no se encastille en él y que
no lo crea invencible:
«El
peón criollo tendrá más dinero y más tiempo para el vicio; se acabará de
degradar. En cuanto haya ganado lo suficiente para pasar la semana, no trabajará.
El obrero criollo no tiene aspiraciones, y algunos le agregan… no tiene vergüenza,
y no pocos: es hijo del rigor».
Y
bien, Excmo. Señor, supongo que sea cierto todo eso; supongo que se pueda decir
de todos, lo que no es cierto, sino respecto de una minoría muy minoría; y
digo: «Pues, por lo mismo, urge reformar».
Si
ese pueblo está en tal estado, es porque actúan las causas que lo producen,
aquí como en todas partes, y, ahora mismo, los vicios del obrero van
desapareciendo a medida que se van corrigiendo los patrones, y donde los
patrones son peores, más malos son los trabajadores.
Pero
hay algo que no he encontrado quien me conteste, y es: ¿quién ha dado a los
patrones el tutelaje de los obreros? Y aunque se lo diera la ley, ¿qué tutela
es esa que autoriza a quedarse con lo que es del pupilo?
Nadie
tiene el derecho de quedarse con lo del vecino, porque éste sea vicioso e
ignorante. El obrero tira la plata que es suya, con el mismo derecho que el patrón
la pone sobre un tapete de juego; y conozco más de uno de esos moralistas, que
después de tronar contra el vicio de sus obreros, se pone cada tarde en tal
estado que hay que llevarlo en coche porque no se puede tener en pie.
Y
no digo nada de los codiciosos, porque esos… son peores.
El
hecho cierto, el hecho que no se puede negar sin temeraria mala fe, es que a
medida que se han ido mejorando las condiciones del obrero, éste se ha
moralizado; sería cínico negar la transformación que se ha operado en el último
tercio de siglo, para hacerlo argumento en favor de quedarse con lo ajeno con el
título del león.
Aquel
peón tratado a latigazos, sin vergüenza ni dignidad, si tiene todavía
representantes, es porque quedan patrones codiciosos y brutales. El criollo es
esencialmente bueno y dócil.
Désele
ocupación en la escuela, y no se irá a la taberna; el muchacho travieso
necesita tiempo para convertirse en hombre juicioso, y al viejo empedernido, al
vicioso degenerado, hay que soportarlos, como cada sociedad soporta la resaca de
sus propios vicios; el tiempo no es largo, media generación pasa deprisa.
No
se ganan carreras con caballos flacos y mal cuidados; y como el asunto es
fundamental para el orden y la seguridad pública, lo que no entra por la razón
de la ciencia, debe entrar por la fuerza de la ley.
La
mestización de los ganados ha cundido en el país y hecho rápidos progresos,
porque interesaba a gentes acomodadas y relativamente ilustradas, algunas muy
ilustradas; el cuidado de los caballos evidencia sus resultados en las carreras;
el trato debido al obrero depende de una masa improvisada, ignorante en todo lo
que no es acumular centavos, con éxito y con dinero; vale decir, con poder o
influencia para hacer daño a los demás, hacérselo a ella misma, empeñada en
sostener las decisiones de su incapacidad y su orgullo, en detrimento de la raza
y de la Nación.
Si
fuera posible, como se exige al médico, al abogado y al ingeniero el título
profesional, poner en la ley un artículo que prohibiera ser jefe de industrias
o de empresas al que no diera un examen de sociología, siquiera de la lectura
de Adam Smith, Mac Culloc (a) y
_______________
(a)Principles
of Political Economy,
pág. 397.
(b)Political
Economy,
pág. 189.
7—Ahora
vemos que se puede tener una idea más o menos clara del rendimiento del
trabajo, y las mismas cifras nos darán, convirtiéndolas a calorías de
alimentos, la ración de trabajo que debe darse al obrero para repararlo y
mantenerlo en el tren de trabajo necesario.
Trabajo
y ración se reducen, pues, a una misma cifra: costo, salario.
En
estos cálculos he puesto 28.800”, que corresponden a la jornada de ocho
horas, y no 36.000, que corresponden a la de diez horas; porque en las dos horas
de diferencia el peón gasta en pura pérdida los 2/24 de la ración de reposo y
una parte de la de trabajo; porque esas dos horas robadas al descanso y al sueño
reparador, le hacen entrar al obrero en el trabajo al día siguiente fatigado,
muscular y mentalmente, y su rendimiento no puede ser igual al que da cuando la
jornada es de ocho horas.
La
pérdida para el obrero se traduce en una pérdida para el patrón, no sólo por
el peor y menos trabajo del obrero, sino porque tiene que suplir las calorías
perdidas en la alimentación de una manera ineludible; podrán no darle los
alimentos supletorios y creer que los han economizado, pero en este caso los
pagarán con creces, porque el obrero se los cobrará cuando menos en el trabajo
que robará, o en las materias alimenticias, si es lo que maneja, en la ternera
que le carneará, etc.
El
motor térmico humano, considerado, si así se quiere, como cosa, prescindiendo
de sus calidades de hombre y de ciudadano, obedece a las leyes de la mecánica;
tiene elementos determinados por la experimentación científica, como ayer por
la observación empírica, y es inútil querer substraerlo a esas leyes; se
cumplen de un modo fatal.
La
economía en el carbón, en el agua, en el engrasamiento y limpieza de las máquinas
se traducen siempre en pérdidas para su dueño. Las leyes físico-matemáticas
no admiten excepciones; hay combinaciones más o menos diversas, nada más.
Pero
así como la mula trabaja cuando sabe trabajar, no basta atarla en el estado chúcaro
para que tire, y aun es expuesto que a patadas rompa el carro, y para que
aprenda es preciso que haya quien la enseñe, y para que dé el máximo de
trabajo, quien la sepa conducir; asimismo para que el obrero sepa trabajar y el
patrón saque del trabajo del obrero el máximo de rendimiento es preciso que
sepa conducirlo.
8—Estos
datos y fórmulas tienen aún aplicaciones más precisas y necesarias.
¿Cuál
es, por ejemplo, el peso máximo de la bolsa que debe cargar el estibador?
Llamemos
x a ese peso, y p
al peso del cuerpo del estibador.
El
trabajo del estibador se hace cargando la bolsa y trasladando bolsa y cuerpo del
estibador al punto de estiba o descarga y volviendo de vacío; es, pues, un
trabajo alternado, en el que se exige un gran esfuerzo continuado por tanto
tiempo cuanto se emplea en la ida y vuelta, y como él requiere velocidad por
las exigencias de la estadía, debe tomarse el esfuerzo continuo como base del cálculo.
El
peso medio del cuerpo de un estibador puede estimarse en 75 kilogramos.
Tomando
la cifra 10 kilográmetros como valor de Ec,
estamos en un medio que puede darse
como general; tendremos entonces que (x + 75) : 3x5 = 10 kilográmetros; puesto
que x+75 es la suma de las energías que pone en juego el estibador, de las que
emplea una tercera parte, aprovechando sólo la quinta en el esfuerzo, según
las experiencias de Gautier:
x
= (10x3x5) — 75 = 75 kilos peso máximo de la bolsa.
En
el trabajo a torno, se puede preguntar: ¿cuál será el peso máximo que deberá
levantar, no debiendo trabajar el obrero a más esfuerzo continuo que 10 kilográmetros
útiles?
En
este caso, como en el de cabrestante, como en el de la polea, la solución está
en las fórmulas de estos aparatos, substituyendo la potencia P,
por el Ec, y la velocidad
del manubrio de 75 a 90 centímetros por segundo, de la que no debe pasarse
nunca.
Las
soluciones dependerán entonces de la construcción de las máquinas, y se
reducirán a la de la palanca simple que representan. Si los brazos de esas
palancas están en la relación de 1 a 1, a 2, a 3, a 4… los pesos serán 10 x
1, 10 x 2, 10 x 3, 10 x 4… y en las máquinas de acción intermitente la
potencia P, será 20.
En
las carretillas ordinarias de uso común en el país, como en todas, los efectos
varían según la naturaleza del piso, la rampa que suben o bajan y la distancia
que recorren; pero en un piso firme, liso y plano, descansando cada 25 metros,
alrededor de un minuto, los peones de la Punilla, en Córdoba, llevan una carga
de 100 kilogramos con toda comodidad y sin fatiga, volviendo de vacío.
El
efecto útil dependerá de la distancia, del peso de la carretilla, de la rampa,
de la blandura del suelo: ninguna de estas circunstancias depende del obrero; es
el patrón quien debe estudiar y reducirlas al mínimo posible; cuando el obrero
ha puesto en el trabajo el esfuerzo racional que él da de sí Ei
Ec según sus fuerzas y las ha puesto con la habilidad requerida
por la naturaleza del trabajo, ha cumplido con su deber.
Es
indudable que el trabajo posible en el país, representa un kilográmetro más
que en Europa, y yo lo atribuyo a la mayor temperatura, que da menos pérdida
por irradiación y a que con menos peso del cuerpo se desarrollan por lo menos
iguales energías, gastándose menos, por lo tanto, en el traslado y movimientos
del cuerpo; y si el italiano se adapta y asimila en el trabajo más que
cualquier otro inmigrante, creo que se puede atribuir a la semejanza del peso
del cuerpo.
9—Hay,
sin embargo, un trabajo importantísimo en todas las obras que se hacen en las
sierras, para el que hasta ahora ningún extranjero sirve; y es el de angarilla.
Dos
peones suben por rampas hasta de 1 por 4, 150 kilogramos en la angarilla, y
trabajan hasta diez horas al día. He pasado muchas horas mirando la tensión
enorme de los brazos y de las pantorrillas, la seguridad del paso en suelos tan
ásperos como los que dan a aquellas piedras silíceas, y no he podido
explicarme nunca cómo resisten; mucho más cuando albañiles eslavos, mineros y
picapedreros italianos de fuerzas mayores, desistían de este trabajo antes de
las dos horas. No es cuestión de habilidad, puesto que se trata del trabajo más
sencillo y rudimentario posible; no es tampoco cuestión de fuerza, puesto que
los que desisten tienen más que los que siguen; es entonces una peculiaridad
del brazo y de la pierna del serrano, de las robustas cabezas de sus huesos
largos, del tendón acerado de sus músculos; un adiestramiento de la fibra,
heredado.
Si
bien se estudia el trabajo hecho por el angarillero, no pasa de 15 a 20 kilográmetros
el esfuerzo continuo; se trata, pues, de una modalidad de los hombres de
localidades determinadas, que les es propia, que está en ellos, y sólo ellos
tienen.
10—Si
se hace el estudio del trabajo del minero en Famatina, del cañero en Tucumán,
del obrajero en el Chaco, se llega a resultados semejantes. Sólo el criollo
puede hacer estos trabajos en su medio; el extranjero es incapaz; y una de dos:
o se renuncia al empleo de esos trabajos, o se cuida a ese criollo con el amor
que merece, por trabajador, por hombre y por ciudadano.
Hay,
sin duda, una influencia de la alimentación albuminoide; el trabajo de
angarilla se hace con los brazos y las piernas; los músculos de la nalga se
ponen en fuerte tensión en cada paso; los muslos y las pantorrillas parecen de
piedra, y no suda por calor que haga. Pero esta influencia no alcanza a explicar
todavía la diferencia de aptitudes: hay algo que está en la fibra, en el hábito,
en el clima, y que por ahora escapa a la observación.
11—Ciertamente
en otras partes del mundo se hacen explotaciones semejantes, y se hacen sin
criollos argentinos; pero esas localidades no se encuentran en las condiciones
que las argentinas; sólo hay minas a 5000 metros de altura aquí; y allá
seguramente se encontrarán en los trabajadores de la región penalidades que
nacen de sus condiciones especiales, y en las que seguramente los trabajadores
extranjeros se encontrarían en demérito; y todo demérito se traduce en pérdida
de dinero.
Estos
datos dan una base segura para la apreciación del contrato de trabajo, de su
naturaleza, modalidades y desarrollo. Como la idea del imán y de la chispa eléctrica
conducen en menos de siglo y medio al telégrafo, al teléfono, a la luz eléctrica
y al electro-motor; la idea clara de la energía humana, de sus gastos y
reposiciones, de la jornada y de la ración mínima, conducen, en la cuestión
social, a la solución racional única que tiene.
12—La
Revolución Francesa rompió las trabas del privilegio; se ha creado la burguesía,
rica, muy rica, pero el dinero no da por sí ciencia; la codicia extravía y
hasta ciega; y va derecha, como el asno cargado de dinero y con los ojos
vendados, a caer en un precipicio que ella misma se ha cavado; sólo la ciencia
puede salvarla, quitándole la venda de los ojos y enseñándole el camino
seguro que debe seguir.
Del
otro lado, los obreros, bebiendo una ciencia imperfecta, exasperados por la
necesidad y a veces por el hambre, fanatizados por principios que no tienen otra
racionalidad que la de ser contrarios a los que la burguesía profesa, amenazan
con irrupciones más bárbaras que las de Atila, o pretendiendo imponer
paradojas irrealizables, verdaderas locuras utópicas.
Por
los dos lados se va al mismo lugar: la lucha encarnizada, la sangre y la
destrucción.
Los
medios artificiales no detendrán la marcha de ninguno de los dos, y si la
detienen un momento, se reproducirá más veloz; la codicia es y será
insaciable y la reacción fatal.
La
huelga podrá reglamentarse, disminuirse y conciliarse, pero arrancarla de raíz
nunca; porque ella es instintiva, es un derecho natural anterior a toda
legislación. La historia lo demuestra y la filosofía lo enseña. Los gobiernos
no pueden hacer otra cosa que reprimir los desórdenes que a pretexto de la
huelga se producen, puede encauzar y conciliar, y no deben tampoco hacer más.
Aunque
entre nosotros el medio se opone a que la huelga vaya a los extremos que en
Europa y Estados Unidos, ella se produce en el ferrocarril, en el ingenio, en la
estiba y en la agricultura con caracteres siempre crecientes, afectando a la
riqueza pública; es, pues, urgente acudir con la ley a su remedio.
La
solución racional está en la ciencia, únicamente en la ciencia; todos los demás
medios han fracasado; la fuerza bruta es impotente; hay que traer la fuerza
incontrastable de la convicción. No son los ejércitos ni las cárceles, son
las escuelas y las universidades las que resolverán el conflicto y sólo ellas.
La
Rerum novarum no es más que la más
alta expresión de la ciencia actual, amoldada al principio cristiano; esa es la
razón de su efecto universal, síntesis de los principios acrisolados en la
mente genial de su autor, ciertamente, sometidos al dogma, del que León XIII no
podía ni debía prescindir.
Las
leyes naturales son las más absolutas de las revelaciones, y no se oponen a
ningún dogma ni sistema religioso o político; la divinidad no puede
contradecirse a sí misma; la religión, los sistemas políticos pueden
contribuir a las soluciones con tanta más eficacia cuanto más se conformen a
las soluciones científicas; cuarenta siglos de historia lo demuestran; la
cuestión obrera se resuelve, pues, por la ciencia,
la equidad y la justicia.
Conclusión
(presentado
por Bialet Massé
el
30 de abril de 1904)
Nihil
novum sub Sole
Urgido
por las necesidades de los tiempos, el Gobierno se ha atrevido a abrir esas dos
especies de Cajas de Pandora, que para los que no ven ni estudian sino la
superficie de las cosas, encierran todos los males y contienen todas las
amenazas, bajo los nombres de socialismo y anarquismo, y se ha encontrado con
que eran cosas secularmente viejas, con precintos y nombres nuevos.
En
esas cajas se ven:
La
marcha eterna de la Humanidad, cumpliendo la ley natural, en busca de un
porvenir mejor;
Las
reacciones producidas por el abuso, tendiendo a restablecer equilibrios rotos
hoy por el maquinismo; ayer por el poder feudal; más antes por la mala
distribución del agro romano; en
Grecia por el latifundio; siempre la misma acumulación excesiva de poder o
capital en pocas manos, que no se cuidan de las masas, dejadas en los fondos de
la miseria; las masas que piden lo que en la obra común les corresponde,
clamando por la justicia, exagerando la pretensión y dándole formas brutales
de fuerza.
El
Gobierno ha visto que los equilibrios tienden a restablecerse fatalmente; que la
resistencia conduce a la destrucción de los imperios más fuertes como el
Romano; a huracanes de sangre, como el Terror; y que la ciencia da soluciones
armónicas, que no exigen destruir a los de arriba, sino elevar a los de abajo.
Los
pequeños, los miserables de espíritu, buscan la destrucción; los de espíritu
elevado, la ciencia y la equidad, la moderación de los excesos; a los raquíticos
de arriba, la ley de herencia y la expropiación, en lo que es necesario; a los
raquíticos de abajo, los cauces del orden y de la ciencia, que los aparten de
apóstoles furiosos, de utopías perturbadoras y antinaturales.
Se
ha empezado por la ley del trabajo, colocando a la República a la cabeza de las
naciones modernas en esta materia. El proyecto de V. E. no es tampoco sino la
vuelta al pasado, tres veces secular, vestido y adaptado a los tiempos.
En
mi viaje tampoco he hecho otra cosa que comprobar la reproducción de los
hechos, que entonces y ahora reclaman el mismo mandato de la ley, para que la
justicia ampare a todos, según lo requieren los principios fundamentales de la
Constitución.
El
Gobierno ha merecido bien de la Patria y de la Humanidad.
Pero
esa ley no puede ser eficaz, en toda su eficacia, sin la ley agraria que dé la
tierra gratis al indio y al criollo, barata y cómoda al inmigrante, sin la ley
que modere y corrija la distribución de los impuestos; no hay que hacerse
ilusiones.
Quiera
el Cielo que se complemente el trípode que ha de servir de base a la gloria y
porvenir de la República Argentina.
Al
concluir, debo pedir a V. E. disculpa por la forma y el lenguaje de este
escrito, que tanto se aparta de los usos consagrados; pero él es la expresión
sincera de la verdad de los hechos.
He
recorrido la República, en largo trayecto, observando de día y haciendo
apuntes de noche, cuando el movimiento de los trenes no me lo impedía; he
tenido que acumular observaciones y estudios anteriores y redactar en cuarenta y
cuatro días; no he tenido tiempo de ocuparme de la forma; sólo he puesto en el
papel lo que la mente espontáneamente producía. Si a veces brusco y otras con
indignación, hay algo que aparece apasionado, declaro que a nadie he querido
ofender, sino expresar la justicia y la verdad, despojándome hasta de mis
propias afecciones y sentimientos, aunque alguna vez, como en las cumbres del
Famatina, en las espléndidas llanuras del Chaco y en las bellezas portentosas
de Tucumán, no haya podido contener el entusiasmo que inspiran; o a veces la
visión del porvenir del país, que veo tan próximo y grandioso, me hayan
arrastrado.
El
Gobierno nombró a un hombre, y ha de tolerarle sus defectos; así lo espero de
su benevolencia.
Juan
Bialet Massé.
(el
tomo 2 continúa... en la obra impresa: Juan
BIALET MASSÉ Precursor de la regulación de las condiciones de trabajo ISBN:
987-1359-50-0